El Becario – La Obsesión en la Arena

El sol golpeaba con fuerza, casi cegando. Arena blanca y caliente bajo mis pies descalzos. El sonido de las olas rompiendo contra la costa era una constante, casi hipnótica. El Beach Club, ‘La Sirena’, estaba a tope, un hervidero de cuerpos bronceados y risas estridentes. Marien, con su pelo rubio oscuro recogido en un moño desordenado y ese collar de piezas cuadradas de plata mate que me hipnotiza, bebía un martini sin hielo, observando el ambiente con esa mirada que siempre me ha fascinado: una mezcla de inteligencia, sarcasmo y una profunda melancolía.

Justo cuando iba a acercarme para pedirle un trago, apareció ella. Sofía. Una explosión de pelo rubio platino, ojos verdes penetrantes y una sonrisa que prometía problemas. Se movía con una confianza desmedida, como si fuera la dueña del lugar. Su mirada se cruzó con la mía, y por un instante, sentí una corriente eléctrica, una vibración que me decía: ‘Esto va a ser interesante’. Marien, notando mi mirada, me sonrió con complicidad, como si supiera exactamente lo que estaba pasando.

‘Pedro, ¿qué haces mirando a esa chica como si fuera tu perdición?’ –preguntó Marien, con un tono divertido. ‘Estoy observando el desarrollo de la historia’, respondí, intentando sonar casual, pero mi corazón latía con fuerza. ‘¿Y qué ves?’ –preguntó Marien, acercándose y besándome en la mejilla. ‘Veo una oportunidad’, respondí, sintiendo un escalofrío. ‘¿De qué hablas?’ –preguntó Marien, con una ceja levantada. ‘De la posibilidad de que alguien esté intentando romper nuestra relación’.

Sofía se acercó a nuestra mesa, con una sonrisa enigmática. ‘Disculpad la interrupción’, dijo, su voz suave pero con un tono que sugería que estaba disfrutando de la escena. ‘He estado observando a esta pareja durante un rato. Son… fascinantes’. Su mirada se posó en Marien, y una sonrisa aún más seductora se dibujó en sus labios. ‘Me encanta ver cómo las cosas pueden cambiar’, añadió, con una mirada que parecía desafiarme. Sentí una oleada de tensión, una mezcla de atracción y desconfianza. Marien notó mi mirada, y me dio un codazo suave. ‘No seas tonto, Pedro’, dijo, riendo. ‘No le hagas caso’.

‘La verdad es que he estado pensando mucho en nuestras relaciones’, dije, sintiendo que la conversación se volvía más personal. ‘En cómo las personas se aferran a lo que conocen, incluso cuando saben que no es perfecto’. Mi voz sonaba más grave de lo que pretendía. ‘A veces, la rutina es una jaula’, añadí, sintiendo que la verdad me salía a borbotones. ‘Y a veces, necesitamos romper esas jaulas para poder crecer’. Sofía escuchaba con una expresión de interés, sus ojos brillando con una intensidad que me intimidaba. ‘¿Te refieres a una aventura?’ –preguntó, su voz cargada de provocación. ‘¿O a una ruptura?’

‘Depende de lo que uno esté buscando’, respondí, sintiendo que la tensión entre nosotros aumentaba. ‘A veces, lo que necesitamos es un empujón, una sacudida para despertar nuestros sentidos’. Sofía sonrió, su mirada fija en Marien. ‘Quizás’, dijo, ‘necesitas un poco de caos en tu vida’. Sentí que la situación se volvía más complicada, más peligrosa. Sabía que Sofía no era una persona cualquiera. Sabía que tenía un plan, y sospechaba que ese plan involucraba a Marien y a mí. El olor a sal y a ron me inundaba los sentidos, pero la sensación de inquietud era más intensa. La noche prometía ser larga, y sentía que el destino estaba a punto de desenrollar una trama que no tenía nada que ver con el sol, la arena y las risas. La sombra de Sofía se alargaba sobre nuestra mesa, como una amenaza silenciosa. Y yo, atrapado en su red, no sabía si estaba a punto de caer o de encontrar una forma de escapar.


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