La Sombra del Pasado

El hielo, casi completamente derretido, había dejado un ligero amargor en el whisky. Pedro lo miró, no con desdén, sino con una extraña fascinación. Era como un espejo de su propia confusión, un reflejo de la noche que se cerraba sobre ellos, una noche cargada de preguntas sin respuesta y un temor latente. Marien, notando su mirada absorta, le acercó la copa, un gesto suave que rompió el hechizo de su introspección. ‘¿Te encuentras bien, cariño?’ preguntó, su voz un murmullo cálido que contrastaba con el frío del cristal. ‘¿Es el whisky, o la noche?’

Pedro sonrió levemente, un gesto que iluminó sus ojos oscuros. ‘Ambas cosas, supongo. A veces, la noche tiene un sabor amargo, y el whisky lo potencia’. Levantó la copa, tomando un sorbo lento, saboreando el sabor y el momento. La tensión, que había estado presente como un fantasma durante las últimas horas, parecía haber disminuido ligeramente, reemplazada por una sensación de calma, casi melancólica.

De repente, la puerta se abrió con un golpe, revelando a Sofía, parada en el umbral, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. ‘¡Hola, chicos!’, exclamó, con una energía desbordante que contrastaba con la atmósfera de introspección. ‘¿Qué tal la velada?’, preguntó, con una nota de desafío en su voz. ‘¿Disfrutando de una velada romántica?’

Pedro sintió un escalofrío, una reacción instintiva a la presencia de Sofía. La miró, buscando en sus ojos la respuesta a su desesperación, y vio un reflejo de su propio miedo, pero también de una profunda y sincera preocupación. Marien, percibiendo su incomodidad, le tomó la mano, ofreciéndole un apoyo silencioso. ‘¿Qué hacéis aquí?’, preguntó, con voz melodiosa, intentando disipar la tensión. ‘¿Disfrutando de una velada romántica?’

Sofía, sin inmutarse por la pregunta, continuó: ‘No, no, no, claro que no. Estaba pensando… ¿No creéis que Pedro necesita un poco de aire fresco? Que se aleje de este lugar, de este… recuerdos’. Su mirada se posó en Marien, evaluándola con una mirada de desdén. ‘¿No creéis que Pedro necesita un poco de aire fresco?’.

Pedro sintió un escalofrío, una reacción instintiva a la presencia de Sofía. La miró, buscando en sus ojos la respuesta a su desesperación, y vio un reflejo de su propio miedo, pero también de una profunda y sincera preocupación. La noche, ahora, se sentía como un laberinto, y él, un prisionero de sus propios demonios. Marien, notando su incomodidad, le acercó la copa, ofreciéndole un sorbo de whisky, un gesto de consuelo y apoyo. ‘¿Te encuentras bien, cariño?’ preguntó, su voz un murmullo cálido que contrastaba con el frío del cristal. ‘¿Es el whisky, o la noche?’


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *